Aristoteles se encargó de fijar su propia posición filosófica mediante una serie de críticas a su maestro. Aristóteles también afirma la “idea” -para emplear el término platónico-, lo universal; afirma lo racional y sostiene que el único objeto posible de conocimiento verdadero es la esencia, el ente inmutable que sólo nuestra razón capta.
Lo que no comparte con Platón es la supuesta necesidad de establecer dos mundos separados: segregar las ideas o esencias (“formas” las va a llamar Aristóteles) de las cosas sensibles, convertirlas en realidades independientes, es lo que no admite del platonismo.
Sus críticas que interesan pueden resumirse en cuatro puntos:
a) La filosofía platónica representa una innecesaria duplicación de las cosas. Platón afirma que hay dos mundos (el sensible y el inteligible), de esta manera complica la resolución del problema metafísico, es decir, determinar el fundamento de los entes: puesto que, en vez de explicar un mundo, habrá que explicar dos.
Hay un principio de “economía” del pensamiento, que Aristóteles no formulo explícitamente, pero que expresa muy bien su punto de vista respecto de este problema; el principio dice que “el número de los entes no ha de multiplicarse sin necesidad” (entia non sunt multiplicando praeter necessitatem). Esto significa que si se puede resolver un problema o explicar un fenómeno con ayuda de un solo principio, no hay porque hacerlo con dos o tres; la explicación más sencilla es preferible a la más complicada (siempre que esta sea una explicación suficiente, claro está). Y en la medida en que Platón postula dos mundo no hace más que complicar el problema.
b) La segunda crítica se refiere a como Platón intenta explicar la relación entre los dos mundos. Platón dice que las cosas sensibles participan o son copias de una idea, que es como su modelo. Pero según Aristóteles, expresiones como “participación”, “copia”, “modelo”, etc., no son en realidad verdaderas explicaciones; Platón no hace sino valerse de metáforas, y en lugar de aclarar conceptualmente la cuestión, como debiera hacer la filosofía, se refugia en imágenes literarias; en este sentido habría quedado atado al mundo de los mitos, es decir, a un mundo anterior a la aparición del pensamiento racional y científico.
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